Hasta hace unos meses, el vino de Jerez era para mí algo magnífico. Una obra de arte. Un bálsamo reparador puesto en una bota, que pasa a una botella para acabar como néctar en nuestras copas. En septiembre todo cambió, tras conocer la estela meridional de una de las familias González. Hoy es mucho más. Obra.
Tras la grandísima acogida del primero de los artículos de #JerezalDesnudo, toca adentrarse en la primera bodega: Tío Pepe de González Byass (que va a ser compañera de viaje durante la próxima semana). Ya comenté ayer que este serial no era apto para aburridos, quiero transmitir amor por estos grandiosos vinos que son los del Jerez. Emoción.
Irrevocable. Irreemplazable. Babilónico. Simplemente Jerez. La historia de un viaje que cambió mi forma de percibir localizado en esa cápsula del tiempo que llaman el Marco. Lejos de pretender que este serial (que llamaremos #JerezalDesnudo y que podéis etiquetar en redes sociales) sea una biblia incuestionable sobre estos vinos generosos, es un diario personal de mi
