Un joven llamado Manuel María González Ángel
Hasta hace unos meses, el vino de Jerez era para mí algo magnífico. Una obra de arte. Un bálsamo reparador puesto en una bota, que pasa a una botella para acabar como néctar en nuestras copas. En septiembre todo cambió, tras conocer la estela meridional de una de las familias González. Hoy es mucho más. Obra.