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Después de nuestra exitosa colaboración en este blog, en la que acabamos en el Valhalla, en ésta vamos a adentrarnos en los peligrosos y mistéricos ambientes del judeocristianismo.
Éxtasis, epifanías e iluminación.
Vamos a hablar de Saint-Émilion.
Por empezar por algún lado, decir que en el calendario aparece un San Emilio el 28 de mayo, fue mártir cristiano durante el mandato de Séptimo Severo, murió por tal condición en el año 205.
Y es que si esto que ser cristiano era peligroso en Roma para los hombres, imaginad para las mujeres.
Santa Emilia murió degollada en el s.II en la gastronómica ciudad de Lyon. De hecho ahí el martirio solía terminar siendo el banquete de los leones.
No se nos acaban los muertos, que también existen San Emilianos.
A uno se lo cepillaron en Armenia. Otro, que era soldado romano, vio la luz, decidió convertirse, y le cayó la del pulpo y la de su prima muriendo en Cirta, y así hay como tres más además de, no podía faltar, una Santa Emiliana.
En Roma, hasta el Edicto de Milán de Constantino I, en el 313, no terminó la persecución y martirio de la cristiandad. Luego Teodosio, en el 380, declarará la versión ortodoxa como la religión oficial del Imperio Romano.
Aún así siguieron siendo perseguidos en otros lados (bueno, en Sudán sigue pasando), de hecho hubo otro San Emilio, médico, al que los vándalos (la tribu, no nuestros lectores) mataron, en el s.V, al intentar curar a unas cristianas muy bellas (eso cuentan, dando a entender, quizás, de que de ser feas hubiera pasado y estaría vivo). También en una de estas se llevaron por delante a Santa Dionisia, todos por no querer convertirse al arrianismo.
Sirva este relato para haceros ver que si una región de vinos se llama Saint-Émilion, algo de gloria a través de la sangre va a tener. Algo de gloria y mucho de Roma.
Y es que la historia de la producción de vino en Burdeos comenzó algún tiempo después del año 48, durante la ocupación romana de Saint-Émilion (obviamente aún no se llamaba así), cuando plantaron viñedos para que sus soldados bebieran vino.
Esta gente era muy bestia pero tenía muy buenas ideas, tan buenas que nos las seguimos bebiendo.
Pusieron los cimientos para una de las actuales zonas productoras de mayor prestigio y fama mundial.
Como siempre que estamos ante una leyenda viviente, toca abordar una doble cara, por un lado tienen un punto innovador, autocrítico, de continuo desarrollo y por otro ciertas sobreproducciones, ultracomercialidad y conceptualidades de su estilo los hacen realmente detestables y no a algunos, sino a la mayoría.
Dentro del lado luminoso, lo que es toda una declaración de intenciones es su autoclasificación.
Si el rating bordelés de 1855 ha resultado casi inamovible (sólo ha habido tres cambios, y destacable uno: el ascenso al máximo escalón, en 1973, de Château Mouton Rothschild. Los Rothschild no están acostumbrados a ser segundos en nada y desde luego a estos franceses no se lo iban a permitir), la de 1955, concerniente a Saint-Émilion, es de lo más dinámica, polémica y, por lo tanto, divertida.
Una obra de Shakespeare o los despachos del Real Madrid son fiestas infantiles, con gominolas, al lado de las cuchilladas, rencillas, envidias y malas artes que se despliegan a la sombra de esta clasificación.
Muy Puerto Hurraco.
Se juegan mucho.
Antes de nada, y para quien no lo sepa, dicha clasificación, en teoría, refleja la calidad del Château por lo que cuanto más alto sea, más fama te cae y, básicamente, mas venden, pudiendo ser, en consecuencia, más caro.
Ni que decir tiene que luego no es tan simple, hay “segundones” del mismo nivel o mejores que los del máximo y alguno hasta, mucho, más caro.
Todo, en el vino, es muy relativo y complicado.
Al tema: después de la inicial de 1955, se volvieron a ordenar en 1969, 1986, 1996, 2006 (con la que se montó un megapollo sideral, al haber unos descensos a quinto cru que se hicieron, según los tribunales franceses, de un modo nada imparcial por lo que al final quedó anulada) y la aún vigente y pacificadora 2012. La siguiente tocará en 2022.
Esta ha dejado cuatro bodegas en el top, Château Cheval Blanc, Château Ausone, Château Angélus y Château Pavie.
Realmente pensamos que, a pesar del, lamentable, espectáculo ofrecido, si ha generado un orden mucho más transparente, garantista, aparte de beneficioso para el consumidor, que el esculpido en tablas de mármol divino de 1855 realizado por sus vecinos.
Dicho esto, vamos con la parte oscura: su sobreexplotación.
Y no hablamos de cualquier cosita, visitar Saint-Émilion es algo impactante, hablamos de un pueblecito lleno de cuestas, incómodo de andar, infestado de tiendas de vino, todas iguales, con numerosas de añadas antiguas de sus megavinos por un montón de pasta.
No hay un puto Wine Bar guapo, las tiendas dan degustaciones pero de estas que no te quitan el ojo ni te dejan de dar la vara para que les compres algo.
En Saint-Émilion… pasamos sed!!!!
Si buscáis tranquilidad, retiro y espiritualidad este no es vuestro pueblo, es realmente asombroso ver como se les ha ido de las manos el asunto.
Hay una enoteca, si cabe más vergonzante y enorme, con visos de tienda institucional que tiene añadas noventeras, bien de precio, pero de etiquetas un poco fake (con nombres y diseños de etiquetas parecidos a productores prestigiosos) que contienen líquidos más muertos que el VHS.
Se dice que su población no llega a 2.500 habitantes y entre ellos hay casi 800 bodegueros, pues el resto tienen una tienda de vinos o un restaurante de menú del día.
Turistada total, a quien vaya se puede ahorrar la visita del municipio en sí.
En lo concerniente a los productores la cosa tampoco mejora, quitando una jerarquía de unas veinte bodegas, el resto hacen un vino con una concentración y maderón lamentable.
La clase media baja de esta AOC tiene un nivel paupérrimo, malo de solemnidad.
Como aquí la DO Rueda pero en tinto.
Bueno, pues nos hemos quedado bien a gusto.
Por seguir el esquema de nuestra primera entrega, así creamos rutina, vamos a hablar de cuatro referencias de las buenas de la zona, las que muestran la mejor cara de la región:
La Mondotte 2014.
Si, este “vino de garaje” de Château Canon la Gaffeliere es un Premier Grand Cru Classé (el segundo escalón de la excelencia) que en añadas buenas llega a los 500 euros, sin ningún problema, no pudo escapar a la voracidad Primeur que hemos tenido este año.
De auténtica nanoproducción (y mas para lo que es Saint Emilion), consistente en un máximo de unas 6.000 botellas anuales, esta mezcla de Merlot y Cabernet Franc es un megavino de impresión.
Además 2014 viene fresco, aún muy monolítico pero se intuye barbarie en el horizonte.
Chateâu Figeac 2014.
Otro Premier Grand Cru Classé como el anterior pero sensiblemente más barato, anda por los 120 euros, es la bodega con más hectáreas de viñedo de la zona y la menos Saint Emilion ya que en su ensamblaje el Cabernet Sauvignon está tan presente como el resto de variedades.
Esa no es la pauta de una zona que prioriza la Merlot, y Cabernet Franc, como en el caso anterior.
Este primeur no viene tan fino como esperábamos y la madera la vemos demasiado presente, tratándose de una de nuestras casas favoritas le vamos a dar un voto de confianza e iremos haciendo seguimiento para ver cómo va integrando esto.
Chateâu Angelus 2007.
Nos dejamos ya del tema primeur para hablar de un vino ya hecho aunque en una añada conflictiva. Nuestra opinión de Angelus es muy particular, vaya por delante que nos parece un vinazo… pero sólo cuando lo tienen todo a favor.
Si el año es malo les condiciona mucho, su segundo vino “Le Carillon de Angelus” nunca ha tenido mucho nivel. A la mínima resultan un poco vulgares.
Este 2007 confirma lo dicho, estando bien sabe a poco para un Premier Grand Cru Classé “A” (la máxima nota) cuya botella los años chulos supera los 400 euros (2010) pero los discretos apenas pasa de los 150 euros (como este caso)
Arômes de Pavie 2006.
Chateau Pavie es otro Premier Grand Cru Classé “A” que tiene uno de los hermanos pequeños más interesantes de todo Burdeos. Como en esta región los precios de las botellas guapas son tan bestias, las casas más prestigiosas, casi en su totalidad, tienen lo que se conoce como segundo (o incluso tercer) vino.
La diferencia suele venir en menores tiempos de crianza, ensamblajes más potentes (de estilos más modernos) o en uva menos seleccionada.
Aparte de que los precios son considerablemente menores, si Pavie oscila entre los 150 y 400 euros el Arômes se sitúa entre los 30 y 60 euros, a veces estamos ante botellas más bebibles ya que los top de gama tienen mayor vocación de
guarda.
Es el caso de este vinazo al que consideramos, relación calidad precio, directamente el mejor de la zona.
Y hasta aquí ha llegado este útil monográfico.
Aleluya Saint-Émilion!!
Un artículo escrito por Santiago Rivas, Colectivo Decantado.
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